Escapada de fin de semana a Bahamas

Para los que venimos del lejano sur, un crucero a las Bahamas nos suena a viaje exótico. Sin embargo, viviendo en Weston, es un paseo perfecto para un fin de semana largo.

Hay opciones para todos los gustos y bolsillos, desde las opciones de un día a Freeport hasta cruceros que tocan varias islas con muchos días de navegación.

Conviene explorar con detenimiento las ofertas disponibles y encontrar la que mejor se adapte a nuestro plan de viaje.

Comparto con ustedes mi experiencia y espero que podamos conocer la de ustedes.

Algunos consejos:

  • Tener en cuenta que se requerirá pasaporte para salir de Estados Unidos y, eventualmente en algunos casos, puede requerirse visado para ingresar a Bahamas.
  • El embarque comienza varias horas antes de la salida de los barcos y puede ser conveniente hacerlo temprano para evitar largas colas y disfrutar, además,  de las instalaciones.
  • Las habitaciones interiores, siendo más económicas, no son convenientes para los que se agobian en espacios cerrados. En mis tres días en el barco, me arrepentí muchas veces de no haber contratado camarote con ventana.
  • En algunos barcos las piscinas son pequeñas y extremadamente concurridas. Debe tenerse en cuenta esto a la hora de elegir cruceros con días enteros de navegación.
  • Es conveniente que aquellos que viajan con niños verifiquen si hay instalaciones y actividades planificadas especialmente para ellos.
  • Si viajan en grupos grandes, es conveniente llevar algún dispositivo para facilitar la comunicación, dado que al poco tiempo de salir se pierde la señal de teléfono.

LINEAS.

CARNIVAL http://www.carnival.com/

NORWEGIAN http://www.ncl.com/

ROYAL CARIBBEAN http://www.royalcaribbean.com/home.do

RESORT WORLD BIMINI http://rwbimini.com/bimini-superfast/bimini-day-cruise

 

 

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bahamas 5Los que me conocen saben que si hay una experiencia por la que nunca tuve interés es la de viajar en crucero. Asi de sociable y amontonadora como soy, la cuestión esa casi ganaderil de este tipo de juntadera no me seduce en absoluto. Será porque he vivido tan cerca del puerto buena parte de mi vida, será porque cuando paseo me gusta caminar y caminar o será de jeringa nomás, vaya uno a saber.
Cuestión quenos embarcamos, al impulso, que agradezco, de los amigos westonianos y pasamos un fin de semana precioso, bajando en unas islas con las arenas y las aguas más lindas que se puedan imaginar, disfrutando distendidos de la despreocupación de no tener mucho lugar para arrancar y sobre todo, de generar nuevos recuerdos compartidos con esta preciosa gente, a la que conocemos hace tan poco pero que ya sentimos parte de nosotros. Los chiquilines pasaron genial, disfrutando de la compañía y de las nuevas experiencias. Verles las caritas al volver del parasail, después de flotar en el aire sobre ese mar de colores indescriptibles, ya pagaba el viaje.
De Nassau me impresionó que manejan como los ingleses ( son parte del Commonwealth), la pobreza de todo lo que no fuera estrictamente turístico y el asedio constante de los lugareños en los lugares comerciales. Taxi-sombrilla-coco loco-silla-moto de agua- snorkel-imanes-excursiones-artesanías-papitas-tatuajes-trencitas, en fin, una oferta tan inagotable como agotadora. No se puede, aunque uno esté de vacaciones por unas horas, dejar de ver que aunque territorialmente sea un paraíso, la distribución desigual de la riqueza parece un problema. Me puse a mirar y me enteré que tiene apenas 350000 habitantes y unos de los PBI per cápita más altos de América, pero tiene también una desocupación del 14 % .

Cuando el barco se iba, junto a otros dos enormes cruceros que estaban en el puerto, no pude sino pensar en cómo quedaría la isla, liberada del bullicio de los turistas, en el noche a noche de sus habitantes.
Pese a mi aprensión inicial, disfrute de los trayectos en barco, encontrándonos para las comidas, para reírnos en un karaoke, tomarnos unas margaritas o bailotear al ritmo de una orquesta tropical. Me fascinaron los amaneceres y atardeceres sobre el agua o sobre las islas, tenidos de colores cálidos y apenas movidos por una brisa suave. Creo que podría acostumbrarme a eso.
El barco no era muy grande y al final uno se encontraba cada tanto con la misma gente y ya se podía reconocer a los compañeros de viaje como a Lauro, un brasileño viajando solo al que salvé muchas veces de la triste selfie y que me contó horrorizado que vio a una pareja comiendo fideos en el jacuzzi. Nos reímos un rato y justo esa noche nos tocó a nosotros también asistir a una escena memorable en el mismo lugar. La nuestra fue sin fideos, eso si.

 

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