Cuando llegué a Weston, nunca hubiese imaginado conocería una ciudad con tan poca historia: apenas es de esta década, un visionario inmobilario, que aunó negocio, belleza, combinando los lagos ,los patos ,pájaros que se negaron y aún viven en su habitab y hermosas garzas que parecen escapadas del verso de un poeta.
El silencio se sus calles de manzanas circulares, donde siempre se vuelve al lugar de partida ,las calles con nombres de piedras preciosas, el Town Center con cafecitos que invitan a quedarse, las tiendas glamorosas, el mercado que invita al consumo, con deseos satisfechos para todos…
Una que llega de otro mundo, de otra sociedad con otras reglas, que no siempre se cumplen,se siente anonadada frente a los carteles que no dejan la patineta, ni el jugar de los niños en lugares donde en Montevideo seguramente se armaría rápidamente un partidito de futbol… pero en esta ciudad las reglas son para cumplir estrictamente.
Al mirar las bellas y solitarias casas, esperaba que las blancas puertas se abrieran dando paso a una Nicole Kidman, con delantalito rosa en cuadrillé, de figura estilizada y peinado perfecto, llevando un pie a su vecina al igual de glamorosa.
Pero, cual sería mi sorpresa cuando comencé a conocer a quienes viven en esas casas, que en realidad se formaron alrededor de colegios, que tienen miles de alumnos ,de distintas lenguas, distintos países, distintas costumbres, grupos familiares que se vieron obligados a convivir, y que realmente lo logran de manera bastante armoniosa.
Poco a poco los padres de estos niños y jóvenes, se abrieron en una red de convivencia, entre lazos de recuerdos diferentes, donde priman las ganas de aceptarse unos a otros, de conocerse para armar un cerco de afectividad entre sus hijos. Y me he encontrado con gente linda, de corazón abierto a los otros, con madres dedicadas full time al crecimiento intelectual y académico de sus chicos. Y, a través de los días, no pensé solo en mi hija, todas ellas armaron sus maletas dejando profesiones, carreras, empleos, siguiendo esposos cuyas empresas los instalaron en esta ciudad, y allá marcharon todo, la familia entera, cambiando idioma, casas completas, moldeadoras diarias de costumbres nuevas. Luego llega el trabajo de cada una de conectarse entre ellas en charlas, encuentros para un café, donde cada una tiene una historia tan diferente pero tan similar, donde cada día y cada una se enriquece más con las historias de las otras, y los CUMPLE FELIZ, son cantados en tonos diferentes, los ritmos no son los mismos, pero acaban aprendiendo una familia de otra y armando lazos de cariño que seguramente llegaron para quedarse. Me voy en unos días de esta ciudad que parece un cuento rosa, pero volví a confirmar que lo que parece no siempre es, que la estética bella no esconde la felicidad, que se puede ser tan infeliz en un paisaje pensado para los ojos, como en una casa pequeña donde todo falta, que las ausencias están en el alma y las presencias no son las que llegan, sino las que se quedan, que la vida no vale sino la estrenamos cada mañana con la esperanza, como hicieron estas mujeres valerosas que se arriesgaron, que no fundaron una ciudad, pero fundaron el nuevo espacio para su familia, que están diariamente al pie del cañón para ayudarlos a integrarse, a darse todos los días un poco más.
“que la estética bella no esconde la felicidad”