Dejar mi casa y rearmar el nido.

Valeria Gaig *

   Finalmente llegamos a vivir a Weston, y se abre frente a nosotros un abanico de posibilidades. Es maravilloso a los 47 míos y 50 de mi marido volver a empezar y hacerlo juntos:  somos independientes los dos, él músico yo psicóloga y pintora… pero también asusta.

   Y me pregunto qué hacer para que no asuste, voy por la 75 que es mi nueva Panamericana, miro el cielo y es el mismo y es tan lindo  como el de los días lindos de Pilar. Inmediatamente pienso que somos ciudadanos del mundo y por qué no creer que nuestra casa es ese lugar del que habla Jason Mraz en su canción  93millions miles , y lo sé en millas y no en kilómetros, a la distancia que estamos del sol, y me empiezo a familiarizar con los galones y los grados Fahrenheit  y ese es el punto, familiarizar, naturalizar, ubicar que el presente es en donde tengo que poner mi energía y desdramatizar.

   Me tengo que afirmar en esa que es mi balsa, el presente. Nunca menosprecié a nadie y escucho a mis hijos criticar el “sistema”,  pero ¿para qué ocuparnos de un sistema que no vamos a cambiar y que funciona?  Cuestionar los stop, decir que son muy estructurados, no le veo sentido. Suelo creer que todo tiene un porqué pero que no todo es analizable, debemos elegir donde cae ese recorte de realidad que queremos cambiar y entonces si analizarla , para poder modificar algo, pero caer en quejas y en comparaciones no nos lleva a ningún lado, puede ser hasta frustrante. Mejor dejarse llevar, probar hacer las cosas de otra manera, que no es la nuestra, ni a la que estamos acostumbrados.

   Mi hija menor me dice que los demás compañeros de escuela no sonríen como nosotros, que no festejan los goles en un abrazo colectivo, ellos levantan el pulgar o hacen un choque de manos. Sabemos que algunos genes hacen que a veces gritemos más que el resto, genes, identificación , ¿qué más da? Es así como somos y lo vamos a seguir siendo, nadie nos pide que cambiemos y nadie nos pidió que viniéramos: somos nosotros los que tenemos que adaptarnos y funcionar en esta sociedad nueva para nosotros, donde nosotros somos los nuevos. Y la vida nos mostró gente muy buena, y supimos hacernos querer y encontramos gente que se brindó con el corazón y compartió alegrías, tristezas, festejos y el día a día.

    Mi refugio son esas ideas que me sostienen con firmeza, como que puedo ser feliz en cualquier parte si yo estoy bien, que mi felicidad no depende de otros, yo decido ser feliz, y yo decido no fascinarme con la pérdida y mirar todo lo que ya no tengo y todo lo que dejé, que es mucho y muy valioso, y que agradezco haber vivido y disfrutado cada instante.

   Pero solo al dejar mi todo que fue mi casa, mi familia, mi consultorio (después de 25 años de profesión) , mis amigas que son tantas y tan queridas, mis muebles, mis pinturas (aunque traje mis pinceles), mis libros , una biblioteca llena, tuve que elegir que poner en 2 maletas y llegado ese punto no fue tan difícil porque tenia a mis tres hijos, dos perras y la guitarra que me daban la energía amorosa que necesitaba para venir y armar otro capítulo de nuestras vidas. De otro tipo de sostén se ocupó mi marido, porque en la base de esta movida esta él y el sueño de toda su vida, y si no era ahora ¿cuándo?

   Las amigas vinieron casi todas y estuvieron muy cerca, la familia también y disfrutamos de vivir todos juntos y darnos el gusto de compartir días, semanas,  en lugar de la visita o el cafecito.  Volvimos de visita a los 4 meses, algunos decían que iba a ser contraproducente, que mejor que los chicos se olvidaran y hagan una nueva vida, como si se pudieran borrar capítulos de la historia quemando una biblioteca, nada mas errado para nosotros. El reencuentro fue vivido con gran alegría y nos fuimos con ganas de volver a casa y de volver en otra oportunidad a Bs As.

   Escucho a un español que se llama Víctor Kuppers y habla sobre la fórmula de la actitud y de eso puse una sobredosis. A la vida hay que ponerle onda porque puede no tenerla: hay gente que para la biología está viva, pero es como el náufrago que  solo sabía que estaba con vida porque respiraba. Pero, fuera del mar, con la vida hay que hacer algo más  que respirar. Si no, es un verdadero pecado.

* Valeria es argentina, psicóloga y pintora. Su cuadro ” Mi cielo”, inspirado en un poema de Pablo Neruda, es la imagen de cabecera de esta página. Se mudó a Weston con su familia a comienzos de 2017.

Gracias Valeria por compartir con nosotros tu forma de vivir Weston!

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